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Sor Verónica Lagasca -Cap XIV

Salió otra vez adelante, pero quedando tan decaída, como se puede ver en las fotografías que las hicieron al llegar a Lima que parece un cadáver. 

¿Fue tal vez imprudente arriesgarla a este viaje? Los hechos hacen más bien pensar, que fue voluntad de Dios.

Su papel en Lima lo llenó plenamente. Fue Vicaria y maestra de Novicias todavía cuando ya era muy anciana, aunque con su ayudante, porque fueron muchas novicias. Además influyó con modo notable en el ambiente general de la Comunidad desde su llegada.

Por disposición de la Madre, les daba a la Comunidad en los primeros meses conferencias sobre la Santa Regla, pero con tal prudencia lo hizo, que sin bajar a detalles que pudieran parecer entrometimiento, explicaba los deberes a que nos obliga de un modo general. Hizo mucho bien.

Aquellas monjas de Lima, superon estimarla y la quisieron mucho. No se diga el apoyo que tuvieron siempre en ella las tres jóvenes españolas, que habían sido sus discípulas en el jovenado de Madrid y que tan bien conocía y pudo ayudar puesto que en seguida las pusieron en oficios y cargos.

Ella igualmente quiso muchísimo a la Comunidad de Lima, pero nunca perdió el afecto ni el interés por sus monjas de Madrid, como se puede ver en sus cartas.

Allí como aquí edificó con su espíritu fervoroso y sus virtudes. Allí celebró primero sus bodas de oro en manos de una de sus discípulas de Madrid que era Abadesa Soledad y sus Bodas de diamante en manos de otra de ellas que también fue después abadesa. Necesariamente tuvo que sufrir, no solo por su falta de salud que poco a poco y con la edad se fue consumiendo, sino por la separación de su antigua comunidad y cambio de ambiente, a pesar de encontrarse siempre rodeada de cariño y respeto por parte de aquella buena comunidad y atendida hasta el exceso en sus enfermedades, tanto que dicen ellas, que cuando querían cuidarla, se quejaba y las amenazaba en broma diciendo. “miren que me voy a Madrid otra vez, si me hacen estas cosas”.

Por supuesto todo su afán fue siempre asistir a todos los actos de comunidad y observar todas las austeridades. En carta de Lima en que nos avisaban de su mal estado de salud, dicen así: “El domingo de pasión la pusieron los santos Oléos y nuestra Madre me dijo les escribiera, para tener al tanto de lo que pasaba, pero como se fue aliviando,… ya no se mandó esa carta. El Sábado Santo asistió a la Misa de medianoche y después le dijo a nuestra Madre: Ya ve V.R. que puedo ir a maitines. Ha bajado un escalón, como ella dice, pero esperamos que el Señor nos la preste un poquito más”.

Los últimos años quedó casi ciega, pero con una lupa no dejaba de leer la Biblia, que por entonces concedieron tener a cada una, siguiendo el espíritu del Concilio, era feliz con esto, no se hartaba de leerla.

Llegó cayendo y levantándose hasta los 83 años, siempre la misma, alegre y feliz, aunque llena de achaques y casi sin vida, como se transparenta en las cartas a la Comunidad de los que entresacaremos algo.

Sor Caridad

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