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Sor Verónica Lagasca -Cap XIII

No hablar de mi cuerpo sin necesidad y entonces, o si preguntan, brevemente y sin poner interés, decir la verdad sencillamente, sin aumentar, ni ponderar nada, cosa que gusta al amor propio. No pedir servicio ni caridad de cosa que pueda hacer por mí misma y no me esté prohibida, los pobres no tienen tanta comodidad, cuidado con el egoismo, no dar quehacer, no hacer perder coro sin necesidad, pensar que las que trabajan pueden no estar tan buenas y se cansan con el trabajo. 

Ser muy agradecidas a los servicios que nos prestan, como quien nada se merece y a quien todo viene ancho. Nunca pensar en las obligaciones de los demás, o de la enfermera, sino en la mía, de ser santa enferma, recibiendo hasta los olvidos, torpezas y deficiencias como cosa que Dios me da para mi bien.

No mostrar los gustos o deseos, recibir todo con igualdad salvo que haga daño. Jamás exigencia en nada, que es Esposa del Crucificado. Esto cumplido con perfección, hace de la enfermedad escala del cielo y medio de santificación, sino la enfermedad puede ser un escollo de la monja".

Esta grave enfermedad que tuvo en los últimos años que pasó en Madrid, también la venció, la decíamos que parecía la daba bromas el Señor, haciéndola ver que parecía la iba a llevar y luego la dejaba.

El año 1952 la Madre que era Abadesa de la Comunidad de Lima, solicitó de ésta de Madrid de donde habían salido las fundadoras, un refuerzo de cuatro monjas que levantasen aquella comunidad que estaba muy falta de personal. Se pensó delante de Dios y después de tomar consejo sobre el asunto, se accedió a sus reiteradas peticiones.

De los grupos propuestos entre las voluntarias o conformes con ir, fue preferido uno, en que quedaba incluída la M. Verónica a pesar de sus 67 años y sus muchos achaques, fue el motivo, que las tres jóvenes elegidas, dijeron resueltamente aceptaban solo con la condición de que fuese con ellas la M.Verónica, ello pareció prudente en cuanto a la garantía que daba su presencia en un grupo que se arriesgaba a tanta distancia y por un viaje en  barco que llevaría casi un mes. No se 
aceptó traslado definitivo, sino temporal, y en vista de la futura Federación que ya estaba en trámites y a la que se pensaban añadir los monasterios de America del Sur. Después, la Federación renovó el permiso de traslado pero 9 perteneciendo siempre a esta Comunidad.

Cuando la Madre Ángeles antes de nombrarlas preguntó a cada una, si aceptaba, la M.Verónica contestó: “Si me preguntan como a consejera, les diré que me parece un solemne disparate, pero como súbdita me tiene a su disposición para lo que quiera” y quedó resuelta su salida para Lima. El día de su despedida de esta casa, es indecible lo afectada que estaba, aunque pudo vencer su emoción hasta la cena, en que se habló en el refectorio, pero le fue imposible comer nada"…

No habíamos comprendido lo muy humana que era, en medio de su entereza y aparente serenidad. Sin embargo, aunque apenas pudo hablar, casi no lloró. Salieron aquella misma noche para ir a embarcarse a Santander. Nosotras nos quedamos con un vacío que no duró poco, tanto por la madre, como por las otras tres hermanas.

Sor Caridad

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