Sor Verónica: Una Capuchina Santa y desconocida
Fue hábil para todo trabajo, primorosa para labores de bordado, etc. Pero no solían emplearla en nada de eso, sino rara vez, ella por su parte se inclinaba siempre a lo más costoso, desagradable y cansado que se ofreciese y esto siguió practicándolo siempre y casi más aprovechándose de poder mandar cuando fue Abadesa, maestra o vicaria.
Verdad que este buen ejemplo de humildad y espíritu de sacrificio, es corriente en nuestras comunidades Capuchinas y suele edificar mucho a las que van entrando ver a las mayores en trabajos humildes.Era muy buena cocinera, desviviéndose por dar gusto en las necesidades particulares, con toda caridad; de enfermera la he oído ponderar a las interesadas, como única, derrochando abnegación, comprensión y generosidad.
A pesar de estas excelentes cualidades, tuvo siempre algunos defectos naturales, que junto con sus extremosidades, mortificaban a pesar suyo y deslucían ante algunas sus esfuerzos. Era distraída y aunque muy limpia, algo desordenada para el trabajo y sus cosas. Para ser totalmente sinceros, hay que confesar que esta Madre a pesar de su virtud no dejaba de tener sus defectos visibles que no queremos ocultar, convencidas de que las sombras, que eran sus defectos de su modo de ser natural y que mucho logró transformar, lejos de aminorar sus méritos, los hacen resaltar. Al fin de su vida ya era muy distinta, sin dejar de notársele siempre su propio tipo, se descubría en ella mucho más la acción del Espíritu Santo que la dominaba.
Así llevó de joven a la exageración esos mismos vencimientos, con evidente indiscreción que ahora será difícil comprender, pero antes no eran tan infrecuentes en los primeros fervores. Incluso alguna de estas extremosidades, las aconsejó, por ejemplo hacer aposta equivocaciones, o leer mal, cuando le tocaba ser acólita en el coro, hacer en las cartas faltas de ortografía, acusarse en público de faltas de vanidad internas o de imaginaciones inconfesa, etc. todo con el fin de conseguir ser despreciada. Y conseguía desde luego porque estás cosas llegó a tener fama de Junípero, la oí llamar así muchas veces, y aunque fuese amigablemente, no dejaba de ser en castigo para su natural soberbio, que decía ella tener necesidad de humillación.
Sé que de estas disposiciones, se aprovechaban las Madres, para corregir en ella, faltas que otras cometían mucho más, pero de las que algunas hermanas hubiesen sentido demasiado que les llamasen la atención. Lo mismo en cosas de mortificación hacía excesos, que lejos de ser alabado la atraían juicios y correcciones, pareciendo a veces desobediente, aunque no dejaba de tener permiso o al menos entendía fuese quebrantar la obediencia. Virtud en que por otro lado era extrema, procurando siempre buscar el gusto y adivinar lo que pudiese querer la superiora.
No tenía en absoluto arte de disimular, por eso, quedaban siempre a la vista sus pequeños descuidos, eso no solo no le importaba sino que lo buscaba.
Según ella lo que más le había costado en la vida Capuchina era la mortificación del cuerpo, porque su natural perezoso y egoísta, no se acostumbraba jamás…debía engañarse o su esfuerzo de voluntad fue heroico ya que era activísima y mortificadísima, y de continua mortificación.
Fue siempre sumamente estimada y querida por su virtud por unas, pero desestimada por otras que no calaban en su gran virtud y los dones de Dios. El don de fortaleza lo tuvo en un grado muy alto, ya que además de la vida austera de la Cdad. añadía otras muchísimas y duras penitencias.
Esto contrastaba con las muchas delicadezas con las demás, aunque cuando veía alguna fuerte también las exigía más.
Fue maestra de jóvenes, vicaría de la Abadesa siendo aún muy joven,(superiora) y luego también Abadesa, eran ya tiempos muy difíciles pues en este tiempo empezó la república y las cosas se agravaron.
El 21 de julio se hicieron realidad los temores. La M. Verónica como Abadesa tuvo que buscar sitio seguro para cada hermana.
En la mañana del día 21 de Julio vino huyendo D. Rafael Sardá que había sido nuestro capellán, nos dijo la última misa y nos echó una especie de arenga preciosa, animándonos al martirio, no tuvimos nosotras la honra de ser víctimas, este sacerdote sí que lo fue, muriendo el 16 de septiembre de 1936. Nos aconsejó consumir las formas consagradas que quedaban en El Sagrario, dejando una para no carecer de la presencia de Jesús Sacramentado.
Luego llegaron a hacer el registro los milicianos dando golpes con las bayonetas en la puerta reglar para entrar en clausura, nos hicieron salir a todas, no sin antes acompañarles en el registro del convento sospechando habría escondido a alguno.
La Madre Verónica había procurado tuviese cada una donde ir. Ella con una hermana enferma fue a casa de sus tías no pudiendo estar allí mucho por el peligro en que se ponía un tío a quien acababan de matar a un hermano. Por lo que se marchó a casa de una prima dejando con sus tías a la enferma. La prima la alojó en su casa y le dio la llave de otro piso vacío para que las monjas pudiesen ir a verla.(No olvidemos que era la Abadesa)
Proseguirá la vida de Sor Verónica Lagasca