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Primera Fundación de Clarisas Capuchinas en México 92

Traslado a la nueva clausura: 24 de mayo de 1.673.
Prácticamente la ampliación de la casa ya estaba acabada, a excepción del torno y portería pero las condiciones de vida en el viejo caserón eran tan dificultosas que el señor arzobispo había decidido  hacer el traslado de la comunidad al nuevo convento, el día de la Traslación de San Francisco, 25 de mayo de 1.673. Las monjas tenían preparado lo necesario para tan solemne acto. La madre abadesa había previsto que todas las monjas estuviesen con el aseo que se acostumbra en las grandes fiestas; es decir, llevarían los hábitos más nuevos, los velos negros sobre los velos de diario, todo muy limpio.

El señor arzobispo, fray Payo Enríquez de Ribera, vino un día antes de lo previsto porque quería ver cómo había quedado el nuevo convento. Volvería al día siguiente para que el traslado se hiciese con toda solemnidad. La virreina ya había comunicado a las monjas su deseo de asistir al acto. Visitó el señor arzobispo toda la casa vieja acompañado por el confesor de la comunidad, don Pedro Valverde, y por el padre peregrino, don Juan de la Peña. Sor maría Teresa de Toledo lo cuenta así:

Y después, pasando a la nueva casa le dijo su ilustrísima a nuestra madre, que sí quería entrar a ver su casa nueva. Nuestra madre le respondió: “Ilustrísimo señor, siempre estoy a la obediencia, pero será necesario que venga la comunidad”. Dijo su Ilustrísima: “Pues llámela y véngase conmigo”. Con que toda nuestra prevención se malogró y algunas religiosas iban con aquel género de hábitos, que nos hacen caridad, mientras se remienda el que traemos. Fuimos con nuestro santo Cristo Navegante, En forma de procesión por toda la casa…”.

Aunque todo había sido inesperado, ellas estaban contentísimas y se sintieron aliviadas
por habernos excusado la baraunda que había de haber si fuera como habían dispuesto los señores marqueses, que era hallarse presentes, y con ellos mucha gente y mucho ruido de que nos excusamos…”.

La entrada en la nueva clausura, pues, no pudo ser más sencilla ni más íntima ni más humilde. Resulta emocionante pensar en aquella procesión improvisada llevando al Santo Cristo que con ellas salió de Toledo y con ellas recorrió caminos y pasó la mar el señor Navegante, (como cariñosamente le llamaban), testigo único de tantas horas desazonadas y amargas, de tantas soledades, de tantas esperanzas.

 

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