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Primera Fundación de Clarisas Capuchinas en México 84

Sor María Felipe se despide, una por una, de las madres de Toledo
Aquí se debe, ahora, transcribir parte de la última carta de sor María Felipa a Toledo, de 26 de junio de 1.666 en la que, en lúcida premonición de su próximo tránsito, se despide de todas y cada una de sus madres y hermanas de Toledo a las que pide perdón y no sin dejar huella de algunos rasgos de su carácter, como cuando dice de sor Paula “que si acabó de llorar” o como cuando habla a la cocinera de Toledo, sor Polonia, de los que sobra y falta en México. Carta ésta en la que una vez más, elogia a sus compañeras “las navegantas”. La madre María Felipa dice así a las madres de Toledo:

                    “…De todas mis hermanas reciba vuestra reverencia muy amorosos recados: de la madre vicaria, de sor María, sor Teresa, sor Jacinta y sor Clara, que todas son unos ángeles. Y cierto, que como hemos sido tan participantes en los trabajos es grande el cariño que esto nos ha causado. Dios se sirva de darles mucha vida y salud para que sirvan a Su Majestad. A mi madre, sor Lucía Josefa, que nos de su santa bendición. Y esta carta es para su reverencia y a todas mis madres y hermanas de mi corazón y a todas un abrazo: a la madre vicaria y a la madre sor Jerónima, sor Juana, sor Brígida, sor Inés María, sor Antonia, sor Gertrudis, sor Francisca, sor Isabel, Baltasara, sor Manuela, sor Leocadia y Paula, que sí acabó de llorar, y a las novicias sor Andrea y sor Luisa, que hartas veces me acuerdo de ellas. Y sor Polonia, que lo que toca a huevos y azúcar por acá no falta pero que almendras y especias no se alcanzan, ni aceite, ni vinagre. En lo que toca a limosnas estamos debiendo muchos pesos al Síndico. No tenemos aún quien nos pida limosnas… A sor Ana María que, si puedo la escribiré y, si no lo hago, me perdone. Que bien pueden creer, todas mis madres, no es falta de voluntad, ni flojedad, aunque en mí haya tanto que esto que he escrito es asistiendo a la obra con el velo grande en la cara. Que me perdonen todas mis hermanas y nos encomienden a Nuestro Señor. Y vuestra reverencia, madre mía, nos dé su santa bendición y nos guarde Nuestro Señor a vuestra reverencia para consuelo y amparo de todas sus hijas de este convento de San Felipe de Jesús de México”.

 

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