Sor Verónica Lagasca -Cap VII
A los pocos días que volvió la Madre al Obispado estando en la espera de entrar a Visitador, se presentó Don Amador delante de todos, las otras religiosas y algunos sacerdotes, y dijo en voz alta:”¿no se les ha perdido nada?”
Después enseñó el cuadernito, la Madre lo reconoció y dijo era suyo. Creo que dijo Don Amador que lo había leído y le había gustado y aun creo debían conocerlo otros sacerdotes presente, porque se estuvieron un rato riendo a costa de lo que allí había escrito. El caso es, que este Don Amador la estimó mucho después y quedó en gran amistad con la Comunidad para siempre. Estos cuadernitos de la Madre son famosos. A las que salían del Jovenado, les hacía uno adaptado a sus propias necesidades que venía a ser como un examen de puntos sustanciales de nuestra Regla. No era la Madre detallista en sus propósitos, sino buscaba en las cosas lo fundamental, así por traer un ejemplo, en casi todos ponía lo primero con letras muy grandes “SOLO DIOS”, después “SIN PROPIOS, SIN HONRAS, SIN GUSTOS, SIN FAMILIA, SIN DESCANSO, SIN INTERESES, SIN DESEOS “ etc., como peregrina y extranjera:
desconociendo lo que me rodea. No teniendo interés ni afán por nada de este mundo, mi único interés, mi único deseo, mi único afán ha de ser vivir para mi Dios. Orar con pureza de corazón, o sea levantar el corazón a Dios, el corazón, no son los sentimientos, sino la voluntad y ésta está en mi mano siempre. La voluntad por medio de la fe elevada siempre a Dios, unida a Cristo, sin hacer caso de lo que pase por abajo (la parte inferior) no cuidando de ésta más que para cortar apetitos y quereres, tonterías, etc.
Siempre pone consecuencias prácticas, y baja a detalles de la vida ordinaria con mucho acierto. De estos cuadernitos uno de su propio uso que encontraron entre sus papeles después de morir, lo mandaron de Lima como recuerdo, en él viene un voto particular que debía tener hace mucho tiempo y de este también algo se copiará al final.
Siendo aún bastante joven, en el trienio de la M. X la hicieron Vicaria, creo que entonces hizo también de sacristana, fue época difícil por el cambio de las Constituciones que tuvo lugar entonces. Mientras vivió la M. X , dos años, no creo hubo mucha novedad. Al morir la Madre todo el año siguiente, quedó la M. Verónica como Vicaria, supliendo a la Madre en el gobierno, porque se retrasó mucho la elección, a pesar de haberla pedido insistentemente. (Estos casos, se repetían antes por no poder atender el SR. Visitador a toda la diócesis de Madrid y provincia). Poco a poco se fueron presentando mayores dificultades porque los PP. Capuchinos, P. Félix de Vegamián, provincial precisamente, eran de parecer, que los usos laudables (no contra las Constituciones), sino sobre lo que éstas exigían, debían mantenerse y así nos lo explicaban.
Pero el Padre entonces confesor D. Nicolás Enterría, juzgaba y aconsejaba a las monjas, en el sentido de una absoluta adaptación a las Constituciones nuevas, de modo que nada se hiciese sobre lo que ellas prescribían; entre estas costumbres que quedaban fuera de las Constituciones nuevas, una era, tener tres horas de oración porque las nuevas sólo exigían ya dos. Esta cuestión no dejaba de afectar mucho a unas y otras, según se inclinasen a una u otra opinión. Este motivo con otros, trajeron bastante ocasión de sufrimiento para las Madres, y aumentaba las dificultades de gobierno; la M. Verónica, desde luego surgió y no debió contentar mucho con su acción, al principio siguió por espíritu de obediencia a la Madre, Visitador y Confesor, tal vez su idea de obediencia fuese algo exagerada, conforme a lo que antes se enseñaba, (pero es seguro que después pondría el debido equilibrio, según las enseñanzas del Concilio Vaticano II que supo estimar, y sin perder en entrega y generosidad la entendería mejor). Aceptó primero no sin sacrificio, la opinión de éstos, pero poco a poco, fue comprendiendo que la razón estaba del otro lado, y puesto que ni el Visitador, ni el confesor imponían obediencia en este asunto, debía inclinarse al parecer de los PP. Capuchinos que no veían necesidad y sí mucho inconveniente en esa adaptación a rajatabla que quitaba costumbres tan venerables.
Gracias a Dios la Madre que sucedió a este año de gobierno de la M. Verónica, era de este parecer y se pudo conservar esta santa práctica, aunque no sin algunos serios disgustos y descontentos. Mucho debió sufrir por este asunto en que se jugaba por un lado la oración más prolongada y por otro la obediencia para ella tan delicada. Precisamente lo que practicó siempre y enseñaba era, no solo obedecer, sino seguir hasta los gustos y deseos de la Madre en cuanto fuese posible, y a las jóvenes que tuvo siendo maestra las avisaba de los peligros en la obediencia que pudieran tener llegando a ser mayores, porque las Madres acaso respetan más sus gustos y deseos, y que por eso debían tomar la costumbre para siempre, de ofrecerse a la madre de vez en cuando con toda sinceridad, pidiéndole tenga toda libertad para disponer de su persona y cosas, tener confianza para mandarle e incluso corregirle.
El trienio siguiente a este tiempo de su corto gobierno, aprovechándose de que era consejera, consiguió la pusiesen de refitolera, oficio trabajoso casi como el de la cocina, puesto que tiene que hacer la colación de la noche, servir y cuidar del refectorio, etc. Nos resultaba edificante, verla pasar así inmediatamente, de la presidencia de las mesas, al servicio de las comidas.
Ya después, toda su vida se puede decir estuvo empleada en el cargo de maestra de jóvenes, siendo también varias veces al mismo tiempo vicaria con el único intervalo de su trienio de abadesa.
Este trienio de abadesa fue no para ella…ya estaban las cosas muy revueltas en España, con la proclamación de la República y se fueron agravando más hasta estallar la guerra. Poco tiempo antes de este suceso, empezó su trienio. Tuvo que encargarse de ir poniendo a salvo en casas de familiares y bienhechores los vasos sagrados, dejando lo preciso. Igualmente se sacaron algunas imágenes, lo más interesante del archivo y pocas cosas más. Se preparan ropas de seglar para las monjas, porque era claro no nos dejarían en la clausura.