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Sor Verónica Lagasca -Cap VIII

En la mañana del 21 vino huyendo D. Rafael Sardá, que había sido nuestro capellán, nos dijo la última Misa y nos echó una especie de arenga preciosa, animándonos al martirio, no tuvimos nosotros la honra de ser víctimas, este sacerdote sí que lo fue, muriendo el 16 de septiembre de este mismo 1936.

Nos aconsejó consumiéramos las Formas Consagradas que quedaban en el Sagrario pero la Madre, le pidió dejase una, para no carecer de la compañía del Señor Sacramentado hasta última hora. Sorteamos quién sería la afortunada que consumiese la última, pero aunque no le tocó a la Madre no debió acordarse de eso, o le pareció no haber tiempo para esperar, el caso es que cuando llegó la de la suerte, ya se la había tomado la Madre.

Estaban los milicianos dando golpes con las bayonetas en la puerta reglar,(de entrada) para entrar en la clausura. Nos hicieron salir a todas, no sin que antes les acompañásemos en el registro del convento, donde sospechaban que había escondidos algunos de los que buscaban. La M. Verónica, después de haber procurado tuviese cada una dónde ir, fue llevado, con la M. Carmen, las más anciana y enferma, a casa de sus tías, no pudiendo permanecer allí por el peligro en que se podía poner al marido de una de sus tías, a quien acababan de matar a un hermano, por eso, dejándolas a su cuidado la más anciana, se fue a pedir hospitalidad a su prima Dª Elena, propietaria de una casa en la calle Segovia, la cual además de admitirla, en su misma vivienda, la dio la llave de un piso desocupado de la misma casa, donde podrían ir a verla las monjas, sin llamar tanto la atención, que es lo que había motivado no poder permanecer con sus tías.

Efectivamente, allí acudíamos a la Madre y nos encontrábamos unas con otras con gran consuelo. Recuerdo, una ocasión en que estando varias arrodilladas alrededor de una silla, sobre la que estaba extendido un corporal con Formas Consagradas, que nos estaba repartiendo la Madre, para poder comulgar por nosotras mismas. (Esto se permitió algún tiempo conservando al Señor en cajitas, después lo desaconsejaron, no nos olvidemos que estabamos en el año 36). De pronto, se presentó una señora familiar de su prima y quedó toda extrañada de semejante cuadro, pero ni pidió explicaciones, ni debió decirlo. El piso estaba claro al frente bastante cercano, por eso, había colchones en las ventanas para que no entrasen las balas, pero aún así fue providencia de Dios tenerle.

Su prima, no quiso admitir más monjas en su casa, sólo por excepción lo hizo una noche, que ya tarde se presentaron a la Madre dos, que no tenían albergue por haber tenido que salir de donde estaban, estos casos eran frecuentes, porque no todos se prestaban a tener religiosas cuando temían exponerse en ello.

Un caso tuvo por entonces de una joven postulante de 17 años, que fue admitida en casa de unos señores excelentes, pero que a más de ser mucha familia y tener su dinero en Bancos, que era como no tener nada, les habían condenado todos los balcones, con pretexto de que habían disparado, que no era verdad, esto hacía poco saludable la casa y la joven lo estaba pasando muy mal, con peligro de enfermar, a más de perjudicarla y quitar a otros lo poco que tenían para comer. La M. Verónica al ver esto, pensó dejar allí a la otra Madre, yéndose ella con la joven a un piso de otra casa que estaba abandonado, por el peligro de las balas, mientras encomendaba al Señor tener donde colocarla.

Naturalmente fueron pronto  escuchadas y vinieron a ofrecerse los Sres. De Calsina, que por estar en mejores condiciones y posibilidades recibieron generosamente y cuidaron como a una hija a la joven que permaneció con ellos hasta que salió con la Comunidad de Madrid.

(Nota de la crosnista)Y hasta muchisimos años despues que murió esta religiosa está familia la siguió con su amistad y cariño.

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