Primera Fundación de Clarisas Capuchinas en México 30
En esos días la navegación era lenta habida cuenta de la pesada carga que llevaban los navíos.
Aquel, era el rumbo suroeste por el llamado mar de las Yeguas. Al contacto con el paralelo 28 se dirigían hacia Canarias, rumbo a la Gomera. Hoy parece un viaje corto y sencillo, entonces era una travesía peligrosa de al menos una semana.
Era lugar de avituallamiento, acopio de enseres y recarga de energías aunque a nadie se permitía desembarcar salvo para procurarse agua. Se buscaba evitar el contrabando y la deserción. Desde allí se dirigían al mar de las Damas, nombrado así por la amabilidad de las aguas que hasta las señoras hubieran podido gobernar las naves en tan inmensa calma. Un trayecto monótono... en una treintena de días llegarían a la Deseada o Dominica, islas de las Indias Occidentales para transitar en una pequeña escala antes de partir hacia Puerto Rico.
¿Qué era de nuestras Hermanas en esos días?
Con la palabra ahogamiento podríamos definir muy bien el trayecto, además de mucho calor y agobio, no en vano la travesía la harían con los hábitos de lana y bien es conocido que los trayectos se compartían con pulgas, ratones, lirones, piojos, chinces y cucarachas que, a buen seguro, sumaban más que pasaje y tripulantes.
Las ropas no se podían lavar, el agua de mar no era apta por lo que la higiene personal era difícil así como la abundancia de malos olores y los animales vivos que llevaban para el sustento. La sentina, no olía precisamente a rosas, el estómago sufría los azotes del contínuo balanceo, aunque Eugenio de Salazar nos resume la reación de las mujeres en su famosa carta.
"Si hay mujerse (que no se hace pueblo sin ellas). ¡Oh, que gritos cada vaivén del navío!: ¡Ay madre mía!, y ¡Echénme en tierra!, y Están a mil leguas de ella"