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Primera Fundación de Clarisas Capuchinas en México 25

Viendo cercano el momento de embarcar, las fundadoras quieren despedirse de su confesor y buen benefactor espiritual, moral y gran ayuda en todo el trayecto del viaje; don Francisco de Villarreal. Todas participan en ello, hasta sor Clara de quien se deduce que no sabía escribir por ser hermana  fuera del coro, pero que lo hace a través de otra hermana para hacerle llegar también su mensaje. Todas coinciden en lo mismo: agradecimiento. Dicen a su confesor:

   “… en todas partes que asistiéramos serán sus consejos de vuestra merced el norte por donde nos hemos de guiar para asegurar nuestro acierto. Padre mío de mi alma, no sé cómo puedo echar estos cortos borrones según estoy de penada de su ausencia…Para consuelo de mi padre y señor se lo digo a vuestra merced que, como si estuviéramos en nuestro convento, se guarda todo hasta tener capítulo. Sólo lo que vuestra merced deja mandado del ayuno, que a la verdad no habíamos de poder pasar sin ello por cuanto la disposición de las cosas, después que estamos aquí, no hemos visto una gota de potaje…Sor Jacinta habido menester comer carne y muchas veces no había orden para ello… Ahora me puedo llamar verdaderamente pobre, pues Dios ha sido servido de quitarme la riqueza que tenía en el consejo de vuestra merced…

A modo de información, el potaje que se nombra, es un menú elaborado a base de garbanzos y bacalao, era el plato fuerte de su comida diaria en su convento de Toledo, ya que por la noche la cena consistía en una pequeña colación.  Seguramente en aquellas regiones de tierras calurosas no se acostumbraba el dicho potaje. Sor Lorenza  Bernarda lo  echa en falta, tal vez se acordaría del dicho familiar  de su convento: “una capuchina si come potaje, será una buena capuchina”. La madre María Felipa, quiere escribir al cardenal  antes de embarcarse y así  lo hace, pero antes la envía a su madre abadesa de Toledo, por si cree que hay algo que corregir.

Sor Martha Leticia

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