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Primera Fundación de Clarisas Capuchinas en México 11

Luego que recibí la carta de vuestra reverencia puse en ejecución el hablar al General don José Centeno, en orden a la embarcación de las religiosas, que ha de hacer viaje para la fundación… Yo dispondré su albergue en el ínterin de su embarcación en uno de los conventos de mi obediencia…”.
  Con la tutela del general y la licencia y el beneplácito del cardenal de Toledo, la dificultad podía darse por superada, pero aún quedaba los pocos recursos económicos para poder realizar el viaje y el contratar embarcación porque para todo ello contaban sólo con mil pesos que tenía en su poder el capitán don Antonio Izquierdo de Quirós , el cuál escribe a la madre abadesa sor Josefa Lucía diciéndole que se duele de que el Consejo de Indias no haya concedido la licencia supernumeraria para estas monjas, que tanto habría abaratado el viaje:

Siéntolo con extremo porque veo derramar la hacienda de su Majestad sin reparo en cosas profanas y excusadas y un papel de limosna, que se había de pagar con oraciones, ayunos y disciplinas, excusan…”.

No por estas dificultades y escasez de medios desistían las madres de su pretensión. Mientras tanto la correspondencia entre Toledo y Cádiz  se acrecienta con las cartas que la madre abadesa escribe al obispo de Cádiz, al general de la flota, don José Centeno Ordóñez y con padre guardián de los capuchinos, fray Francisco de Antequera y con su gran favorecedor el capitán Antonio Izquierdo de Quirós.

Ante esta larga espera, las madres fundadoras están impacientes por emprender el viaje que las llevaría a su nueva fundación; ignoran el tiempo oportuno para la salida de la flota, desconocen todo lo relativo a la organización, partida  y sistemas de los navíos, creen que el general las puede llevar en su Capitana.

El padre visitador general de los capuchinos en Cádiz, explica a la madre abadesa que todos los capitanes y dueños de navíos van sujetos a las órdenes del general, pero cada uno es dueño de su navío y de lo que en él lleva, así que los fletes no pertenecen al general como los alquileres de las casas corresponden a los dueños y no a los gobernadores, así que el general sólo las podrá ayudar en elegir el mejor navío, mandar se disponga un sitio decente para su alojamiento, interceder con el dueño para que el flete sea de lo más accesible posible, asistir a las religiosas gratuitamente en lo que fuera posible y procurar una desembarcación y recibimiento con la grandeza y decoro que ellas merecen. Fray Francisco de Antequera se muestra con mucho pesimismo pues ve la realidad de que sólo se cuenta con mil pesos en Cádiz y que con esta cantidad no es posible conseguir algo. La comunidad de Capuchinas con esta dificultad no contaban. Los trámites y las cartas de unos y otros se sucedían asiduamente, que finalmente dichas pretensiones que parecían imposibles, por fin iban a tener un final feliz….

Sor Marta Leticia

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