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Primera Fundación de Clarisas Capuchinas en México 96

Satisfacción de sor Lorenza Bernarda: “se hizo como lo pedimos y salió lindo” (1675)
Sor Lorenza Bernarda había luchado y conseguido lo que se propuso. No nos extrañen unos renglones suyos cargados de espontaneidad:

si mis madres vieran como está pobre hija suya se espantaran: metida entre virreyes y oidores, unas veces con papeles y otras con sus visitas y todo es menester…”

Era el tejer y destejer de su vida, era su azacaneado vivir por lograr un alto empeño. Sor María de Toledo lo resume así a sor Ana María:
se hizo como lo pedíamos y salió lindo, que dicen no hay cosa mejor en México y los de allá, que han visto los conventos de capuchinas, dicen no han visto en tan poco trecho estar todo tan bien acomodado”.

El nuevo convento de San Felipe de Jesús reunía, por fin, todo lo necesario para la vida conventual de una comunidad capuchina no muy numerosa. Su relato resulta interesante y valioso: en primer lugar, resulta una descripción de primera mano, hecha por las mismas monjas que fueron estrenando, una y otra vez, aquel caserón primitivo y sus sucesivas ampliaciones y añadidos, que vivieron sus estancias desde el primer momento. En segundo lugar, me aventuraría a decir que es la única información existente sobre cómo fue este convento en sus primeros trece años; sobre todo, única sobre el complejo proceso de su construcción. En la obra Trono Mexicano, su autor nos describe el convento y nos dice: “así está al presente”. Pero este presente era ya la segunda década del siglo XVIII; por santo, la única información disponible hoy para conocer como fue el “San Felipe de Jesús”, entre 1.666 y 1.679, año en que se terminan las primeras obras, resulta de estas cartas hasta ahora inéditas. Menciono, ahora, dos cuestiones sin mayor importancia sobre las que no he conseguido información. Fray Ignacio de la Peña, sí nos habla en su Trono Mexicano de una sala muy capaz: “donde reciben a los señores virreyes, cuando, como patronos, entran en la clausura”.

Seguramente, carecieron de esta estancia noble en los primeros años por los reducidos espacios disponibles para la vida conventual a que tantas veces se refieren las monjas en sus cartas. Tampoco he encontrado en las cartas estudiadas referencia alguna a lo que llaman las capuchinas “cárcel”, y lo es. Pienso que la tendrían besándome en la fidelidad y empeño que tuvieron las fundadoras porque todo se ajustará a su santa Regla y constituciones: “Se haga en cada convento un aposento de corrección fuerte pero humano…” Esto no era nada nuevo. El reformador tridentino San Carlos Borromeo, dice: “Monasteria, ut olim etiam habuerunt, carceren firnun habere debent” (los Monasterios deben tener una cárcel firme, como antiguamente también tuvieron) dónde era castigada la monja, que había incurrido en falta grave. En distintas ocasiones, escribe sor Lorenza Bernarda refiriéndose a la última ampliación, que se están labrando diversas dependencias y: “otras cosas necesarias”.

 

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