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Octavario por la Unidad de los Cristianos

Pensando en la oración personal esta mañana, yo quería entrar en el corazón del Señor y ver cuánto sería su dolor, al ver a los hijos a los que ama tanto como están separados. Y la parábola del hijo prodigo me venía muy bien para esta meditación. Ya que tanto el hijo que no se marchó del lado del Padre, como el que se fue y gastó todo, tienen mucho de que pedir perdón a este Padre, que nos ama.

Si los católicos, o los protestantes del grupo que sea, mirásemos el corazón del Padre y no nuestros intereses personales o comunitarios, veríamos que nos buscamos más a nosotros mismos que a Dios. Veríamos que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, por ello deberíamos tomar no la actitud del hijo mayor, que echa en cara lo que hizo su hermano, sino la del mismo Padre, porque el hijo mayor reprocha, el menor también piensa en su bienestar; cuando staba en la casa del Padre, o sea los dos, se miran así mismos no los intereses del Padre, no el amor del Padre. No como el hijo mayor yo te he servido, yo no me he ido de  la casa, pero no tanto por estar con el Padre, sino por los amigos, por el bienestar y la seguridad. El menor se fue pero desde lejos pensaba lo bien que estaba en la casa con su Padre y como la lejanía de Él le dolía más que nada y por ello decidió volver aun pensando que el Padre no le recibiera como hijo sino como sirviente.

Pero no fue así el Padre se llenó de tanta alegría que le dio todo lo mejor. Tanto que el mayor entró en envidia.

Escribo este artículo desde un convento de clausura donde desde hace 11 años está de cocinera, una Sra. que pertenece a la Iglesia Evangélica, una persona respetuosa, servicial, que nos cuida como si fuera nuestra madre (si estamos enfermas), nosotras también respetamos su forma de pensar, y no tenemos ninguna clase de reparo. La virtud se puede hacer desde el lugar en que el Señor nos coloque, por los motivos que sea.

De vez en cuando hace una comida para su Iglesia, ¿cuándo los católicos hacemos una comida para todos?, diremos que son grupos más pequeños, pero yo veo que salimos de Misa, hemos participado en la misma y no nos damos al salir, ni los buenos días a la persona que ha estado a nuestro lado. ¿No podríamos aprender los unos de los otros cosas buenas? Aunque seamos más por ejemplo aquí en Granada católicos, pero bien podríamos hacer más hermandad al menos con los que vamos a la misma iglesia en mi caso San Antón.

Pedir si la unión de todos los cristianos porque Jesús oro por ello, pero no pensando que nosotros somos los buenos y son ellos los que tienen que venir, sino que es acercarnos, darnos y si nos damos y entregamos como Cristo conseguiremos la unidad.

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